Irán informa la detención de 24 personas en diversas provincias, acusadas de colaborar con el Mossad israelí en labores de espionaje.
Las autoridades sostienen que los arrestados habrían facilitado ataques recientes contra instalaciones nucleares y militares dentro del país.
Estas detenciones se producen en medio de una campaña más amplia de seguridad nacional, que ganó fuerza tras el descubrimiento de una supuesta fábrica clandestina de drones explosivos en el sur de Teherán.
Este hallazgo ha intensificado la percepción de amenaza externa, especialmente después de la llamada Operación León Naciente, una ofensiva israelí que, según medios internacionales, habría causado daños significativos en infraestructuras estratégicas iraníes.
Los funcionarios iraníes aseguran que los sospechosos estaban en contacto directo con agentes del Mossad, y que parte del equipo utilizado en las operaciones —incluyendo drones y tecnología de vigilancia— fue introducido de manera encubierta desde el extranjero.
El Poder Judicial iraní ha prometido juicios rápidos y castigos ejemplares, aunque analistas regionales advierten que este tipo de medidas también pueden formar parte de una estrategia interna para reforzar el control político y reprimir posibles voces disidentes, bajo el pretexto de amenazas extranjeras.
Estas acciones reflejan la creciente presión sobre Teherán, que intenta contener no solo la infiltración de redes de inteligencia extranjeras, sino también el descontento social dentro de sus propias fronteras, agravado por la crisis económica, las sanciones internacionales y la desconfianza hacia las élites gubernamentales.
A pesar de los esfuerzos del régimen por mostrar fortaleza, las filtraciones de inteligencia, la existencia de presuntos informantes en altos niveles del gobierno, y la frecuencia con la que Israel logra ejecutar operaciones de alta precisión dentro del territorio iraní, han generado serias dudas sobre la capacidad de Irán para proteger sus activos más sensibles.
El conflicto encubierto entre ambos países, conocido como "la guerra en la sombra", continúa intensificándose, con implicaciones potencialmente graves para la estabilidad regional en Medio Oriente.